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"Orfeo" ? Mito y notas hermenéuticas (página 2)



Partes: 1, 2

Notas
hermenéuticas al mito de
Orfeo

Enrique Marcelo
Aguirre,

Orfeo es uno de los personajes de la literatura e historia griegas de gran
influencia en diversas corrientes filosóficas y
religioso-místicas de la Antigüedad.

Sobre lo relativo a su historicidad se extiende un
oscuro manto de misterio e incertidumbre, comparable acaso a
Pitágoras de Samos, a tal punto que es casi imposible
saber si realmente existió y si enseñó o
dijo lo que siglos de historia y tradición oral le
atribuyeron.

Platón, por ejemplo, parece estar convencido de
su existencia histórica, y su propio pensamiento,
según numerosos críticos, no escapa a la influencia
del llamado "orfismo". Aristóteles, en cambio, afirma
que no existió el "poeta Orfeo", aunque sí
concedía valor
histórico a antiguos poemas
cosmogónicos a él atribuidos, que ponían a
la Noche como el principio del mundo y los dioses.

Lo que no podemos negar es el matiz de sensibilidad
artística (canto, poesía
y música)
que permanece como un atributo invariable de su mítica
figura, testimonio de la particular influencia que ejerció
sobre él su divina madre, la musa Calíope. Incluso
en el alto Medioevo occidental, Tomás de Aquino
interpretando alegóricamente su condición de
músico-poeta-taumaturgo que "hace saltar las piedras con
su lira", lo considera como un gran orador que con sus palabras
fue capaz de ablandar a los hombres más duros, y uno de
los primeros en la Antigüedad que indujo a hombres
solitarios y bestiales a convivir en común de modo
civilizado.

En cuanto al contenido medular de la cosmogonía
atribuida antiguamente a Orfeo, ocupan un lugar de relevancia las
ideas de lo "nocturno" por un lado, y lo "solitario" por otro; y
ambas parecen estar íntimamente relacionadas, tanto por
las posibles etimologías del nombre del Poeta, como por
los ritos mistéricos que desde aproximadamente el s. VI
a.C fueron asociados al entonces naciente movimiento
soteriológico-filosófico llamado "orfismo". El
nombre "Orfeo" puede derivarse: 1) del gr. o r j o w (orphóo) = privar, quitar; muy
probablemente en relación a la compañía
familiar: o r j a n o V
(orphanós) = huérfano, abandonado de sus
parientes más cercanos; de allí que también
los vinculados a este movimiento hayan sido conocidos
antiguamente como o r j o i (órphoi)
=
los solitarios del sur de Italia. En una
segunda acepción, el nombre de nuestro personaje puede
estar relacionado con la privación de otro género, de
luz, de
claridad diurna: 2) o r j a n i o V (orphanáios) = oscuro, nocturno,
sombrío. En tercer lugar, y esta vez más
relacionado al rito esencial del Orfismo antiguo: la omofagia
—comida de carne cruda— practicado principalmente en
la Magna Grecia, sur de
Italia, podemos encontrar otro posible origen onomástico:
3) o r
j n
i n
o V
(órphninos) = rojo oscuro, con plausible
alusión a la carne y sangre
rituales.

De alguna manera los tres mencionados sentidos del
nombre de nuestro personaje están relacionados
intrínsecamente con su mítica historia.
Después de la muerte de
su amada, Orfeo queda privado de su compañía
y vaga solitario (1), incluso desciende a la gris tierra de los
muertos, convirtiéndose con su oscura y
sombría alma en duelo (2) en un valiente que
enfrenta las potestades del inframundo con la esperanza de
rescatar a su amada; y finalmente acaba sus días
bañado en su propia sangre, despedazado vivo
(3).

Si observamos a grandes rasgos el movimiento del tejido
su "historia", encontramos que todo parece girar en torno a la
belleza y al amor. Orfeo
lejos de ser un "blando" —a quien, por ser tal, los dioses
del inframundo le mostraron un "fantasma de mujer" en vez de
una real, como al parecer pensaba Platón— demostró gran
valentía no sólo al ir al frente de varias
expediciones bélicas, sino sobre todo al enfrentar incluso
a las potestades de la muerte para
rescatar a su amada; pero hay algo que lo distingue, acercando su
figura más al divino Apolo que al perfil del valiente
bélico: su valor y virilidad no están expresadas
como solía ser común en los héroes; el
acometer de su virilidad no se canaliza por la fuerza
física ni
la espada, sino a través de la encantadora dulzura de su
canto acompañado de la extática belleza de su
música.

Su lira, regalo de Apolo, se ha convertido en el emblema
de su figura. El término parece provenir del v.
l u
w (lýo) = desatar,
liberar. Con ella, se decía, Orfeo encantaba a las fieras
y mitigaba la ira de sus enemigos y hasta la de los dioses del
inframundo. Podemos pensar en nuestro personaje como aquel
hombre que por
medio de la belleza del arte musical
libera a los hombres del dominio
despótico de sus propias pasiones. En suma, Orfeo tocando
la lira es símbolo de la armonía interior y del
dominio de las pasiones; idea muy preciada desde antiguo y que
parece estar ligada, según Jung, al cometido esencial de
los ritos órficos. Y a tal punto son inseparables, que
incluso después de asesinado, su cabeza continuaba
cantando junto a la lira, flotando ambas por río Hebros,
término —de h b h
(hébe)— que connota las ideas de vigor
puberal, juventud y
lozanía.

Este cuadro final parece sugerir icónicamente la
síntesis entre la figura del
"mártir" Orfeo y su lira con las ideas de perennes
juventud e inmortalidad. La lira, al ser divinamente ascendida a
los cielos y transformada en constelación de estrellas, se
convierte así quizá en el "ideal" apolíneo
de la ética
griega, que consiste esencialmente en la "armonía
interior" resultante de la racionalidad y el dominio de las
pasiones, como requisito obligado para alcanzar la
sabiduría y la "elevación del alma";
testigos elocuentes de ello son Pitágoras, Epicuro,
Plotino.

Orfeo fue, paradójicamente, víctima del
desenfreno de las pasiones de las Ménades. Estas mujeres
pasaron del deseo a la ira, como producto del
rechazo de Orfeo, mostrándose impasible a la belleza
física y encantos de las muchachas, hiriendo así el
orgullo femenino y desatando su mortal furia. El amor que
profesó a su amada y esposa quedó vedado al alcance
de cualquier otra mujer tras la prematura muerte de aquella,
acaso muy idealizada, naturalmente, tras el vínculo
matrimonial recientemente consumado. Lo cierto es que la
perdió dos veces, en la tierra y en
el inframundo, primero a causa de una serpiente, luego a causa de
su error; lo cual no hizo sino agrandar su herida: Poenaque
respectus et nunc manet, Orpheus, in te
(y la pena de mirar
hacia atrás, ahora, Orfeo, permanece en ti).

Sin poder fijarse
en otra mujer, buscó refugio y solaz como sacerdote en el
templo de Apolo, en el ámbito de lo "sagrado",
término cuyas raíces —lat sacer; gr.
a g
(ág), a n a
(aná) = arriba, por encima de— nos remiten a
la idea de "lo elevado", comúnmente vinculado lo
espiritual y divino, por encima de las cosas mundanas. Tras esta
experiencia se opera en su interior no la pérdida del
deseo sino la reorientación de éste hacia los
muchachos. Y se erige en un "maestro" que enseñó a
los hombres de la Tracia de su tiempo (s VI
aC) el arte de amar a los muchachos, revelándoles que a
través de ese amor se podía volver a sentir la
juventud, tocar la inocencia de los años mozos, oler las
flores de la primavera, como testimonia la leyenda. Orfeo no
sólo supera el dolor por la muerte de su amada, sino que
encuentra un "nuevo sendero" por el cual transitar este mundo, el
amor de los muchachos, disfrutando de la belleza y del vigor de
la vida. Aunque Orfeo tuvo muchos amantes, hubo un muchacho a
quien amó con predilección, el hijo de Boreo (de
b o
r e
a s
[bóreas]= viento del Norte), Clais, cuyo nombre (de
k l
a i
w [claío]= llorar)
remite a la idea del llanto del cielo, la lluvia. Al parecer
Clais se erige como representante del consuelo que finalmente
encontró Orfeo tras el llanto y el duelo por su
Eurídice. Mas el consuelo no duró mucho. Pronto las
celosas y furiosas Ménades pondrían fin a la vida
de Orfeo.

Su padre es un hombre a quien ninguna mujer mortal
podía satisfacer, y su nombre (r a – a g o V [ea –
agrós]
remite a la idea de un "campo antiguo,
inmemorial"; su madre es una de las divinidades femeninas
guardianes de los bosques, montañas y ríos, y su
nombre (k a
l o
V – o
p o
i [kalós –
hópoi])
remite a la idea de "bella guía para el
camino". En síntesis, nacido de la unión de Eagro y
Calíope, Orfeo aparece así como el "fruto de lo
natural, de la naturaleza".
Paradójicamente, una se sus asesinas le gritó
airada "¡hombre antinatural!", por haber cambiado la
belleza y encantos femeninos por la belleza y el vigor de los
hombres.

Mas siguiendo con el análisis de "lo natural" en Orfeo, no
olvidemos un detalle: uno de sus padres no era un mortal. Su
madre era una divinidad de los bosques, montañas y
ríos. De modo que "lo natural" estaba presente en Orfeo,
pero también algo de la esfera de "lo divino", que lo
hacía capaz de elevar su mirada por encima de la
atracción meramente biológica ligada a la reproducción a partir de la
copulación macho-hembra. La unión de los hombres,
está ordenada no a la reproducción
biológica, pero tampoco está condenada a la
más absoluta "esterilidad". Sino que se orienta a la
fecundidad del amor por encima del plano meramente carnal y
biológico. Este es el plano de la Philía o
Amicitia, la amistad, el amor
libre y desinteresado entre pares. De allí, ¿no es
justo pensar que la homosexualidad
corre el riesgo de ser un
sinsentido si la unión sexual entre hombres no está
fecundada en con el amor de la amistad? ¿Acaso no vale lo
mismo para la relación entre un hombre y una
mujer?…

Lo cierto es que las mujeres que pusieron fin a la vida
del Orfeo no estuvieron movidas por al "amor" hacia él,
sino más bien por la pasión —si se me
permite— "desnaturalizada" que lleva a aniquilar al objeto
del deseo. Acaso se mostraba así ser más natural el
amor de Orfeo por Clais que no el monstruoso dominio ciego de los
celos y odio de las Ménades que las llevaron a cometer una
hybris (=desmesura; la noción griega más
cercana a la de peccatus ). Finalmente los dioses,
compensando tal hybris, hacen justicia
convirtiendo a las desenfrenadas asesinas en robles (de
r e
w [hréo]= acometer con
poder; y del lat robur = rojo;), testigos perennes de una
"pasión" sangrienta.

 

Lic. Enrique Marcelo Aguirre

Licenciado en Filosofia,

BsAs, agosto de 2007

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